LA GUINDA



El día había sido de lo más estresante, no tuvo tiempo ni para mear a gusto. Los albores de la jornada que estaba tocando a su fin, comenzaron para Raul antes de que se avispara el primer conato de luz.

Que putada pensó al saltar de la cama, precisamente ahora que las sábanas son la más calida caricia, cuando su roce aporta ese calor casi materno. Más que salto, fue un brinco que no le permitió ni erguirse, llegó al baño chocando con todo lo que encontró en la oscuridad de su habitación y acordándose de algún santo. Sin pararse en demasiados retoques, Salió destilando aroma de “Men” (que decía el frasco).

Dentro de una hora cogía el avión y el ritmo de trabajo que le esperaba iba a ser trepidante. Ya conduciendo y a la vez que acicalaba el mechón que se le apiñaba en la frente, hizo un repaso mental de lo que tenía que llevar a cabo:

Primero, visita en el Ministerio, ¡Ah ! no, que eso es lo segundo. De entrada asistir a la Junta de Portavoces del partido; luego, sí, Ministerio; al salir, Consejo de Administración de A.L.E., casi seguro que el almuerzo se pasará por alto, al menos habrá pincho. A las tres entrevista con el Subsecretario, ¿O será primero la presentación del producto que se va a lanzar?, bueno me dejaré llevar. Para terminar a las seis con la firma del presupuesto en el Ayuntamiento. Y, si Dios no me pone los renglones demasiado torcidos, -pensó-, vuelta a casita a las nueve.

Una vez acabada la tarea, y un tanto desmadejado, se dejaba deslizar por una de las cintas del aeropuerto, pensando únicamente en sentarse repanchigado y leer el periódico que llevaba bajo el brazo. Hasta la hora del regreso, eso era lo que le hacía mayor ilusión, sentía tanta necesidad de sentarse sin tener que escuchar a nadie, que el asiento de la Terminal le pareció el mejor de los sillones. Y así fue, se sentó, respiro hondo y abrió el periódico todo lo ancho que era.

De esta manera consiguió aislarse del ajetreo de la sala, y enfrascarse en el primer artículo con el que se topo. Con mucha sutileza, fue notando un roce, que sin proponérselo, rechazaba de plano, con el rabillo del ojo vio como una señora pasada de carnes, le invadía su espacio visual, las gafas que pendían de su chata nariz estaban blindadas por dos posaderas de vasos, y por momentos su cabeza caía sobre el periódico, él se ladeo con el fin de librarse de esa pesada sensación, pero no solo no lo consiguió, sino que el eje de inclinación por parte de la señora era cada vez más determinado. Raul estaba totalmente escorado por el peso que sostenía, ya era prácticamente un guiñapo al lado de la oronda señora, el diario se había convertido en una amalgama de papeles sin orden ni concierto, pero lo terrible fue cuando la susodicha señora soltó por su boquita rugosa y desdentada:

- Vaya me pasó la hoja en el momento más emocionante, estaba terminando de leer la boda de Madona con ese inglés tan rico.

Raul perdiendo los nervios, se levantó hizo una pelota con el periódico estrujándolo con toda la ira que le fue posible, y, colocándoselo a la señora en sus protuberancias pectorales, le espetó:


- Señora, esto a mi no se me hace.

La señora muy tiesa, se alejó refunfuñando - ¡vaya carácter¡ -

PEPA FERNANDEZ (16-01-08)

No hay comentarios: