TEMBLOR, AMOR....



Dulce balbuceo
Serena quietud
Fija mirada
Llena de esperanza

Eco en la voz
Camino en niebla
A lo lejos luz
Con nebulosa manera

Voz entrecortada,
por momentos logos
y no palabras,
pesada losa
para cansina alma.

Solo queriendo puedo,
Con solo poder quiero,

Empeño y trabajo
Es tu muleta

Rebosante anhelo
De ti se adueña.


Pepa Fernández
(Dedicado a mi amiga Claudine)
Gijón, Octubre 2003



¿EXISTE EL CIELO?

El cielo,
¿Dónde está el cielo?

Está en tu olor
En el calor de tu abrazo
En tu cuerpo de pureza
En tu risa que es regalo.
Está en ese espacio sin horas
Está en el mirar de tus ojos
Embriagados de ternura juguetona

¿Cuándo estoy en el cielo?

Cuando siento tu cabeza
Reposada en mis senos
Cuando duermes en mis brazos
Y puedo palpar tus sueños
Cuando me coges mi mano
Y con su fuerza yo siento
Que tu corazón y el mío
Son parte de un mismo cuerpo
Cuando gozo con tus gracias
Cuando te lleve en mi arca
Cuando el trabajo es placer
Porque en la meta me abrazas

¿En el cielo se está….?

Se está, sintiéndote a ti en el aire
Deslumbrada por tu luz
Única entre las que hay
En la tierra y en los mares.

¿Entonces, existe el cielo?
Si, existe,
Cuando me dices
Mama, te quiero.

Pepa Fernández
Julio 2006
(Dedicado a mis hijas Covadonga y Carolina)

NO QUIERO FLORES

A mis amores les digo,
No quiero flores,
No quiero flores
Cuando la luz de mi rostro esté apagada,
Cuando mi piel rosácea, sea ambarina.

No las quiero
Cuando mi boca no sonría
Y solo rictus se entrevea
Cuando el torrente de mi sangre
Ya no lo sea
Y en espesor varado se convierta,
Cuando mis manos, no sean manos
Dulces y acariciadoras
Y sean fría rigidez.

No las quiero,
Por no poder recrearme en su belleza
Porque mis secos ojos
No apreciaran sus colores
No, sin el placer de sentir en mi piel su roce.

No las quiero
No en la muerte,
Solo las quiero en la vida,
No soporto esa belleza apilastrada
En confusa montonera,
No quiero que se pudran en el suelo
No es sitio para ella.

Por todo,
En la muerte no las quiero
No las huelo
No las veo
No son para mí.


Pepa Fernández
Febrero 2006
MARIAL, PROFESORA PARA SIEMPRE



Hace poco recordaba yo a una persona que conocí sin preámbulo alguno, y hoy, después de muchos años mantenemos una relación entrañable e incondicional. Llamaba yo a este encuentro “Los pequeños aciertos de la vida”. Contigo Marial me pasó algo parecido, pero cambiando el calificativo por grande. Sí, porque grande ha sido el que fueras tu mi maestra, ya que no está en nuestras manos elegir los profesores, cuando se tiene una de tu talla, es para considerarse tocada por una rayo mágico, y no digo esto porque lo idealice y lo engole con el paso del tiempo, no, fui consciente de ello desde el primer día que subida en la tarima te vi impartir la clase de literatura.

Eras la directora del Instituto y también profesora de literatura, y yo, una más de tus alumnas en aquel bachiller nocturno. Allí acudía como si realizase un acto de fe, era peregrina de autentica convicción. Gracias al saber que me trasmitiste tu, y otros profesores de lujo como fueron José Bolado, Mª Teresa González, Secundino, Pili (matemáticas), y alguno más que ahora no recuerdo y seguro son dignos de mención. Ese bachiller me abrió muchas puertas en la vida, pero sobre todo la puerta grande de la inquietud literaria.

Fuiste Marial, la que sembraste en mi intelecto la semilla de la lectura, la poesía y en definitiva la sensibilidad por todo lo que sea arte. Tus clases de literatura eran una gozada como diría uno de los de ahora), nos hablabas de autores, sus obras y hasta sus cuitas más privadas. El Siglo de Oro lo convertiste en algo cercano a nosotros y la Generación del 98 y del 27 fue todo un placer meternos en ellas, y por momentos todo un reto, ya que algunos de los protagonistas de esos movimientos literarios eran denostados por imperativo político. Con todo ese caldo de cultivo, se enriqueció nuestra mente, adquiriendo capacidad de análisis, y, aprendiendo a distinguir lo autentico de lo banal.

Cuando al final de tus clases sonaba la campana, sentía una rabia interior, porque aquel sonido, sin remisión, me alejaba del placer de disfrutar de ellas, para meterme de nuevo en mi existencia de madurez prematura.

Fuera de las aulas, con el paso de los años llegamos a ser amigas, porque, aunque recta y exigente como profesora, siempre quedó prendida en mí la llama incombustible del recuerdo y el respeto a la maestra inigualable que fuiste.

Montones de vivencias se agolpan en mi cabeza. Aparte de tu acertada enseñanza, también guardo en mi corazón lo que fue más lúdico, pero no por eso menos pedagógico. Aquellos viajes de estudios recorriendo media España en la guagua de la Pola pilotada por Cuqui.¡Cuanto arte en vivo y en directo!, la gente se arremolinaba a nuestro alrededor, cuando tu explicabas los cuadros de Velazquez en El Prado, era toda una lección magistral. Y corre que te corre hasta el sur para seguir con más arte, y porque no decirlo, también con algún quitapenas.

Marial, estas y muchas más cosas que guardaré para siempre, serán el mejor legado que me hayas podido dejar.


Tu alumna, Pepa Fernández