LA LUZ DE MI GUION




Usamos la vida de una forma rutinaria, Como si de un guión preestablecido se tratará, y nada más lejos de la realidad. El guión de la vida está inacabado y se rubrica con el último hálito. Se cincela y se matiza en cada momento de nuestra existencia. De una forma inesperada puede haber en él un cambio de personajes, un giro en la historia o un hecho impensable, en esto radica lo sorprendente de la vida. En el día a día pueden suceder aconteceres maravillosos, pero también cosas sencillas que te llevan a un estado que pertenece a otra dimensión, o al menos eso me pareció a mí en aquel momento.

Esto fue lo que sentí ( juro que nunca lo había apreciado), el otro día en mi sala de estar. Se coló por la ventana, fue una luz dorada del atardecer, que poco a poco me extasió por entero. Se que es difícil expresar con palabras una sensación y más si esa sensación te la aporta una luz.

Era por la tarde, a esas horas hay unos instantes en que entra el sol, ese sol ya desgastado de tanto alumbrar, pero por algún motivo que mis escasos conocimientos astrológicos no alcanzan a comprender, penetró en la habitación una luz hermosa y velada que la invadió por completo como si de un fluido etéreo se tratara, destilando con premura sobre mi un sentimiento muy placentero, había luz, mucha luz, pero sutilmente matizada, era un haz luminoso pero filtrado por una gasa invisible.

Por primera vez apreciaba una luminiscencia diferente, fue una de las sensaciones más agradables que viví, realmente estaba muy a gusto.

Ese día, ya acostada saqué de mi retina la luz que había invadido todo mi ser y que a la vez había iluminado el trocito de mi vida en esa tarde, y pensé en la suerte de haber apreciado algo nuevo y diferente, algo más que añadir a mi guión. En el anoté que un día al atardecer se cruzó una estrella con el sol y de este cruce emanó la luz más hermosa que jamás el ser humano pudo apreciar. Cuando acabé de pensar en ese acontecimiento sentí que me introducía dentro de mi espacio onírico placenteramente.


PEPA FERNANDEZ
(07-01-08)

REFLEXIONES CON UNO MISMO AL CAER LA TARDE





Pensando en honestidad, en respeto con el otro, en hacer el bien a cualquiera, en generosidad, en perdón, en tolerancia, en comprensión, en amor….¿estaré pensando en Dios?

¿Y por qué no?

Si pensando en El me impregno de estos valores, si mi conducta es comprometida, si aleje de mi la ñoñeria y el sermón simplón, si mi vestido de fe creció también con mi persona, creo que voy bien equipada para este viaje que es la vida.

Si a El me agarro en algún momento de mi camino para llevar una digna forma de conducta, pues que bien, si de El me valgo para ser un poco mejor, pues estupendo. Si no me basta con lo que veo o toco, si aspiro a tener una moral impoluta, si, en fin, pienso que todos tenemos algo de sobrenatural…¿ porque no puede estar en el origen de mis anhelos Dios?. Si no estuviera, da igual, estarían los otros; a ellos tendré en cuenta a la hora de manifestarme, a la hora de relacionarme; por ellos prevalecerá ante todo y sobre todo mi orden de valores, ellos serán los receptores de mi ser y mi sentir, y precisamente cuando llegue la noche, porque procuré hacer el bien dormiré placidamente.

Con Dios o sin Dios todos podemos ser maravillosos, y si lo divino nos cuesta admitirlo, siempre nos queda lo humano.



PEPA FERNANDEZ
(23-07-07)

LA GUINDA



El día había sido de lo más estresante, no tuvo tiempo ni para mear a gusto. Los albores de la jornada que estaba tocando a su fin, comenzaron para Raul antes de que se avispara el primer conato de luz.

Que putada pensó al saltar de la cama, precisamente ahora que las sábanas son la más calida caricia, cuando su roce aporta ese calor casi materno. Más que salto, fue un brinco que no le permitió ni erguirse, llegó al baño chocando con todo lo que encontró en la oscuridad de su habitación y acordándose de algún santo. Sin pararse en demasiados retoques, Salió destilando aroma de “Men” (que decía el frasco).

Dentro de una hora cogía el avión y el ritmo de trabajo que le esperaba iba a ser trepidante. Ya conduciendo y a la vez que acicalaba el mechón que se le apiñaba en la frente, hizo un repaso mental de lo que tenía que llevar a cabo:

Primero, visita en el Ministerio, ¡Ah ! no, que eso es lo segundo. De entrada asistir a la Junta de Portavoces del partido; luego, sí, Ministerio; al salir, Consejo de Administración de A.L.E., casi seguro que el almuerzo se pasará por alto, al menos habrá pincho. A las tres entrevista con el Subsecretario, ¿O será primero la presentación del producto que se va a lanzar?, bueno me dejaré llevar. Para terminar a las seis con la firma del presupuesto en el Ayuntamiento. Y, si Dios no me pone los renglones demasiado torcidos, -pensó-, vuelta a casita a las nueve.

Una vez acabada la tarea, y un tanto desmadejado, se dejaba deslizar por una de las cintas del aeropuerto, pensando únicamente en sentarse repanchigado y leer el periódico que llevaba bajo el brazo. Hasta la hora del regreso, eso era lo que le hacía mayor ilusión, sentía tanta necesidad de sentarse sin tener que escuchar a nadie, que el asiento de la Terminal le pareció el mejor de los sillones. Y así fue, se sentó, respiro hondo y abrió el periódico todo lo ancho que era.

De esta manera consiguió aislarse del ajetreo de la sala, y enfrascarse en el primer artículo con el que se topo. Con mucha sutileza, fue notando un roce, que sin proponérselo, rechazaba de plano, con el rabillo del ojo vio como una señora pasada de carnes, le invadía su espacio visual, las gafas que pendían de su chata nariz estaban blindadas por dos posaderas de vasos, y por momentos su cabeza caía sobre el periódico, él se ladeo con el fin de librarse de esa pesada sensación, pero no solo no lo consiguió, sino que el eje de inclinación por parte de la señora era cada vez más determinado. Raul estaba totalmente escorado por el peso que sostenía, ya era prácticamente un guiñapo al lado de la oronda señora, el diario se había convertido en una amalgama de papeles sin orden ni concierto, pero lo terrible fue cuando la susodicha señora soltó por su boquita rugosa y desdentada:

- Vaya me pasó la hoja en el momento más emocionante, estaba terminando de leer la boda de Madona con ese inglés tan rico.

Raul perdiendo los nervios, se levantó hizo una pelota con el periódico estrujándolo con toda la ira que le fue posible, y, colocándoselo a la señora en sus protuberancias pectorales, le espetó:


- Señora, esto a mi no se me hace.

La señora muy tiesa, se alejó refunfuñando - ¡vaya carácter¡ -

PEPA FERNANDEZ (16-01-08)